1 Y 2 SAMUEL

1er. Libro de SAMUEL

«CORREDORES a sus marcas», grita el encargado de dar la orden de partida y la multitud vuelca su silenciosa atención en los atletas que caminan hacia la línea. «Listos»... ahora en posición, músculos tensos, esperando nerviosamente al sonido de la pistola. ¡Resuena! Y se inicia la carrera. En cualquier certamen, el comienzo es importante, pero el final lo es aún más. A menudo el corredor que va al frente perderá fuerza y se quedará rezagado. Y ahí tenemos la tragedia del abridor brillante que mantiene el paso por un tiempo, pero que ni siquiera llega al final. Renuncia a la carrera, destruido, exhausto o herido.
Primero de Samuel es un libro de grandes comienzos... y finales trágicos. Comienza con el sumo sacerdocio de Elí durante el tiempo de los jueces. Como líder religioso, Elí sin duda debió haber comenzado su vida en estrecha relación con Dios. En su diálogo con Ana y en la preparación de su hijo Samuel, Elí demostró un claro entendimiento de los propósitos y el llamamiento de Dios (capítulos 1, 3). Pero su vida terminó en la ignominia cuando Dios juzgó a sus sacrílegos hijos y el arca sagrada del pacto cayó en manos enemigas (capítulo 4). La muerte de Elí marcó la decadencia de la influencia del sacerdocio y el surgimiento de los profetas en Israel.
Ana dedicó a su hijo Samuel al servicio de Dios. Llegó a ser uno de los más grandes profetas de Israel. Era un hombre de oración que terminó la obra de los jueces, comenzó la escuela de los profetas y ungió a los primeros reyes de Israel. Pero incluso Samuel no era inmune a terminar mal. Como la familia de Elí, los hijos de Samuel se apartaron de Dios; aceptaban sobornos y pervertían la justicia. El pueblo rechazó el liderazgo de los jueces y sacerdotes y clamaron por un rey «como tienen todas las naciones» (8.5).
Saúl también tuvo una buena arrancada. De porte impresionante, este hombre guapo (9.2) y humilde (9.21; 10.22) fue el elegido de Dios para que fuera el primer rey de Israel (10.24). El comienzo de su reinado estuvo marcado por liderazgo (capítulo 11) y valentía (14.46–48). Pero desobedeció a Dios (capítulo 15), se volvió celoso y paranoico (capítulos 18, 19) y finalmente Dios le quitó su reino (capítulo 16). La vida de Saúl continuó en marcada decadencia. Obsesionado con matar a David (capítulo 20–30), consultó a una médium (capítulo 28) y por último se suicidó (capítulo 31).
En medio de los sucesos de la vida de Saúl, aparece otro gran corredor: David. Un hombre que seguía a Dios (13.14; 16.7), David ministró a Saúl (capítulo 16), mató a Goliat (capítulo 17) y se convirtió en un gran guerrero. Sin embargo, debemos esperar hasta el libro de 2 Samuel para ver cómo terminó su carrera.
A medida que lea el primer libro de Samuel, observe la transición de la teocracia a la monarquía, regocíjese con las historias inmortales de David y Goliat, David y Jonatán, David y Abigail, y observe el surgimiento de la influencia de los profetas. Pero en medio de la lectura de todas estas historias y aventuras, propóngase correr su carrera de principio a fin como una persona de Dios.



2do. libro de SAMUEL

LA NIÑA entra al cuarto con un vestido largo y de muchos vuelos que se arrastra bastante por detrás de sus zapatos de tacones altos. El sombrero de ala ancha descansa precariamente sobre su cabeza, un poco inclinado hacia la derecha, y el largo collar se balancea como un péndulo mientras camina. Siguiéndola de cerca está el «hombre». Sus uñas apenas se asoman por las mangas del saco, que ya han sido arremangadas unos quince centímetros. Arrastrando sus pies en botas que duplican su tamaño, da pasos inseguros que contrastan con su sonrisa confiada. Niños
jugando, disfrazándose. Ellos copian a mamá y papá, a quienes han visto vestir y caminar. Modelos... todos los tenemos... gente a la que imitamos, personas que son nuestros ideales. Tal vez, de manera inconsciente copiamos sus acciones y adoptamos sus ideas.
Entre todos los modelos bíblicos de personas mencionadas en la Biblia, probablemente no hay nadie que se destaque más que el rey David. Nacido entre Abraham y Jesús, llega a ser el líder de Dios para todo Israel y el antecesor del Mesías. David es un varón conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13.14). ¿Cuáles eran las cualidades personales que poseía David que agradaron a Dios?
El segundo libro de Samuel nos narra la historia de David. En la medida que lea, usted se llenará de entusiasmo cuando es coronado rey de Judá, y más tarde rey sobre todo Israel (5.1–5). Adorará a Dios cuando traiga el arca del pacto de regreso al tabernáculo (6.1–23) y se regocijará cuando guíe sus ejércitos a la victoria sobre todos sus enemigos, y complete así la conquista de la tierra prometida comenzada por Josué (8–10). David fue un hombre que realizó grandes obras.
Pero David era humano, y tuvo momentos oscuros cuando tropezó, y cayó en el pecado. El registro de lujuria, adulterio y asesinato no es fácil de leer (11–13), y nos revela que hasta los grandes personajes que trataron de seguir a Dios son susceptibles a la tentación y al pecado.
La santidad no garantiza una vida fácil y despreocupada. David tuvo problemas familiares, su propio hijo incitó a la nación entera a la rebelión, y se coronó a sí mismo rey (14.1–18.33). Además la grandeza puede traer consigo la soberbia, como lo vemos en el pecado de David cuando mandó realizar un censo para poder vanagloriarse del poder de su nación (24.1–25). Pero la historia de este héroe caído no termina en tragedia. Por medio del arrepentimiento, fueron restauradas su relación y paz con Dios, pero tuvo que enfrentarse a las consecuencias de los pecados que cometió (12–20). Estas consecuencias se quedaron con él durante el resto de su vida como recordatorio de sus actos pecaminosos, y de su necesidad de Dios.
Cuando lea 2 Samuel, busque las características divinas de David: su fidelidad, paciencia, valor, generosidad, compromiso, honestidad, así como otras características que honran a Dios como la sincera humildad y el arrepentimiento. Podemos aprender grandes lecciones a través de sus pecados y de su arrepentimiento. Usted, como David, puede llegar a ser una persona conforme al mismo corazón de Dios.

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